viernes, 25 de marzo de 2011

La organización burocrática



En cualquier entidad que constituya una organización subyacen muchos de los elementos que Max Weber consideró partes de las burocracias: un orden jerárquico (órganos y personas con diferente nivel de autoridad), normas escritas para regular el funcionamiento de las distintas unidades organizacionales, objetivos formalizados que constituyen las metas de la organización, atribución expresa de responsabilidades, procedimientos formalizados para transmitir y conservar información, sistemas objetivos para la selección de las personas que han de desempeñar los distintos puestos de trabajo.

La burocracia concebida por Max Weber se basa en:
  • La formalización (tanto de las normas como de los procedimientos):
  • La centralización (definición de la jerarquía y la autoridad)

Ambas dimensiones deben interpretarse desde lo que Weber llama “la racionalidad formal”, origen del “orden legítimo” que han de establecer las normas jurídicas. Weber, a través de su conocida trilogía, establece que la legitimidad puede ser “carismática” (se basa en la santidad, heroicidad o en otras cualidades que concurren de forma especial en una determinada persona), “tradicional” (deriva del carácter sagrado que caracteriza a determinadas tradiciones, usos o costumbres) y “racional” (que encuentra su fundamento en el principio de legalidad propio del ordenamiento jurídico). Para Weber, el ejemplo máximo de racionalidad lo constituye la “organización burocrática”.

Son postulados de la organización burocrática:

  • La eficacia y la burocracia son realidades inseparables;
  • La actividad organizada se sustenta en la aplicación de un sistema formal de reglas abstractas, que regulan las relaciones entre los miembros de la organización en la que se realiza;
  • La autoridad y el poder de una persona que forma parte de una organización deriva de los atributos que le reconozca el orden jurídico, estando siempre vinculados al puesto y no al individuo;
  • Las unidades en las que se estructura una organización mantienen entre si relaciones jerárquicas perfectamente definidas y delimitadas, estando las del nivel inferior bajo la dirección, supervisión y control de las de nivel superior;
  • La ejecución de las funciones propias de cada órgano requiere de competencias técnicas definidas, que han de poseer quienes hayan de realizarlas
  • La propiedad de los medios de producción es de la organización;
  • Las decisiones y manifestaciones de voluntad de contenido normativo han de comunicarse por escrito 
Se le ha acusado a esta concepción, no siempre con suficientes fundamentos, de inducir en las organizaciones un alto grado de impersonalidad, un excesivo acento en la importancia de la autoridad y la jerarquía, una tendencia a incrementar la reglamentación de la C.L., la conversión de los medios (las normas) en los fines (la eficacia y la eficiencia), al mismo tiempo que de prestar escasa atención a las relaciones sociales, los comportamientos innovadores y creativos o la participación de quienes constituyen la base de la pirámide organizativa en las decisiones de los órganos de mayor nivel jerárquico.

Los planteamientos de Weber, y su aplicación al domino de la organización, han sido revisados con la finalidad de soslayar algunas de sus limitaciones.

Junto con los críticos de las organizaciones burocrátizadas (dando a esta voz el sentido peyorativo que en el uso común del habla se le atribuye), no falta tampoco documentación que pone de relieve la importancia que, desde una perspectiva organizativa, tienen los principios y normas desarrollados por Max Weber cuando sirven para proporcionar soporte y claridad a la distribución de funciones y responsabilidades, lo que tiene efectos positivos en:

  • La satisfacción de los trabajadores
  • La innovación
  • La reducción de conflictos intraorganizacionales
  • La disminución del riesgo de alienación


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